Dos de nuestros tesoros caninos más preciados son perros antiquísimos,
primitivos, que han estado al servicio del hombre para una de las tareas que
condicionaron la unión de ambas especies hace tanto tiempo: la caza
Los podencos insulares se han convertido en excelentes ejemplos de la adaptación que ha caracterizado a los perros de tipo faraónico en su desarrollo en diferentes partes del planeta. En la actualidad, siguen acompañando a cazadores y a familias cumpliendo de manera tan efectiva en el campo como en casa.
Orígenes
La principal cuestión sobre los comienzos de la raza radica en la procedencia de los antepasados del actual Podenco Canario. No se ha podido establecer si procedían de África, si llegaron junto a los primeros pobladores de la isla, tras la conquista española, si acompañaban a los muchos navíos que hacían escala en los puertos de las islas…
Mucho antes de esto, en las Canarias prehispánicas ya se enterraba a los aborígenes de la isla junto a sus perros, como se hacía en las tumbas faraónicas, incluso con similares técnicas de momificación, con las mortajas y las tradiciones de enterrar al difunto con sus posesiones más preciadas, entre ellas, sus cerdos, sus cabras y sus perros de caza.
En este sentido, encontramos un interesante estudio publicado a mediados del siglo pasado por el Museo Canario, en el que se llega a la siguiente conclusión: «Los animales domésticos de los antiguos pobladores de las Islas Canarias eran, en primer lugar, un perro primitivo de tamaño medio que recuerda al dingo de Australia». Ese perro primitivo podría haber sido descendiente del lebrel egipcio, el tesem. Estos perros eran representados en los bajorrelieves como perros longilíneos, delgados, de orejas tiesas y cola enrollada, como así encontramos en la referenciada tumba de Hemaka, de la primera dinastía, datada sobre el 3.400 aC, en la que se dibujaron escenas de cacerías de antílopes con perros de estas características morfológicas.
Este tipo de lebrel se extendió por muchas partes del mundo gracias a las vías comerciales, pero también sufrió el avance de los lebreles orientales de orejas caídas, más rápidos y efectivos para la caza sin armas, caso del Saluki o el Sloughi. Por este motivo, se justifica que sus poblaciones más representativas acabaran en la zona occidental africana y mediterránea.
Estos perros encontraron en Canarias un clima suave y soleado y mucho alimento proveniente de los conejos y de otras pequeñas presas. De ahí que se escribiese en diferentes ocasiones sobre estos perros como animales salvajes que no precisaban la manutención humana para sobrevivir.
Otra cosa es el suelo donde deben desempeñar su trabajo: la caza. Se trata de un piso accidentado, muchas veces intransitable debido a los desniveles, las rocas que lo cubren dispuestas caóticamente, cortantes y que alcanzan unas temperaturas muy elevadas por la incidencia del sol. Esto complica mucho más la labor de descubrir, levantar, seguir y alcanzar a los esquivos conejos insulares.
Una de las grandes bazas de la raza es la gran adaptación al entorno y a las exigencias de la caza en él. Esto es debido a una conformación morfológica que la selección natural ha ido moldeando a lo largo del tiempo, hablamos de muchos siglos de historia, lo que no podía depararle otro lugar en la clasificación FCI que la sección 7 de perros primitivos dentro del grupo 5.
A simple vista, nos encontramos ante un perro de talla media, levemente longilíneo, ligero, con un esqueleto fuerte y que se deja ver con claridad en zonas como la parrilla costal, la columna vertebral o los huesos de la cadera. Lo mismo sucede con la musculatura, grande, desarrollada, potente, que permite observar las contracciones resultantes de cualquier movimiento en prácticamente todas las zonas del cuerpo del perro.
Su altura a la cruz alcanza entre 55 y 64 centímetros en los machos, y oscila entre 53 y 60 en el caso de las hembras, aunque las medidas pueden variar en dos centímetros por encima o por debajo de las tallas máxima y mínima cuando la correcta tipicidad del ejemplar lo permita.
El manto que cubre su cuerpo está compuesto por pelo liso, corto y apretado, generalmente de color rojo y blanco, donde este rojo puede ser más o menos intenso, abarcando el espectro cromático desde el tono naranja hasta el rojo oscuro (caoba). Todas las combinaciones de estos colores están permitidas por el estándar oficial de la raza.
Cabeza inconfundible
Las líneas que dibujan el perfil de la cabeza del Podenco Canario son paralelas entre sí en las zonas craneal y facial. Esta cabeza es alargada, formando una especie de cono truncado, y guarda una correcta proporción con respecto al cuerpo. Supera ligeramente los 20 centímetros, con una proporción muy adecuada con respecto al resto del cuerpo. El hueso occipital es prominente, pero no el stop. Su hocico es ancho, pero aún más largo, termina en forma roma, con una trufa ancha, de color arena y con las fosas nasales muy abiertas. Los ojos son pequeños, almendrados y colocados en posición oblicua. Esto le permite alcanzar un amplio ángulo de visión, lo que le sirve para optimizar su forma de cazar, muy basada en la vista, además de servirle para no sufrir molesta intensidad de la luz solar, muy fuerte en Canarias. Su color suele ser el ámbar, dependiendo la intensidad del color de la capa, así será más o menos oscuro. La mirada de este perro denota nobleza e inteligencia.
Las orejas son grandes anchas en la base y puntiagudas en el extremo, las lleva erguidas y ligeramente divergentes. En reposo, las deja caer ligeramente hacia atrás. La gran movilidad con que cuentan sus orejas se convierte en una gran baza durante la búsqueda del conejo, pues le permite localizar cualquier sonido y su procedencia, por muy leve que éste sea.
Su cuello es recto y largo, flexible y redondeado, con la longitud y la forma ideales para llevarlo rápida y fácilmente hasta el suelo para agarrar al conejo durante la carrera. Conecta con una espalda fuerte y musculosa, que da paso a un lomo alargado, una grupa sólida que concluye en una cola de inserción baja, redondeada y que alcanza más allá del corvejón. Cuando la lleva caída, la forma que describe es de hoz, nunca llega a enroscarse.
Su pecho es amplio sin llegar a la altura del codo, y el vientre se recoge, pero no llega al extremo del vientre de lebrel. Los flancos quedan bien visibles.
Las extremidades delanteras o anteriores se levantan perfectamente aplomadas, con forma recta, verticales y paralelos entre sí. Son ligeros, aunque cuentan con huesos sólidos y con unas angulaciones ideales en perros que cazan en base a la velocidad y a los cambios bruscos de dirección. Los pies son redondeados, de gato, y algo desviados hacia afuera.
Las patas traseras cuentan con las mismas propiedades que convierten al Podenco Canario en un gran perro de caza. Son aplomadas, rectas, fuertes y musculosas. Todo esto le permite mantener un trote ágil, largo y ligero, pero cuando persigue a la presa, puede desarrollar una velocidad muy alta.
Los podencos insulares se han convertido en excelentes ejemplos de la adaptación que ha caracterizado a los perros de tipo faraónico en su desarrollo en diferentes partes del planeta. En la actualidad, siguen acompañando a cazadores y a familias cumpliendo de manera tan efectiva en el campo como en casa.
Podenco canario
El archipiélago canario cuenta con innumerables atractivos, pero esta vez nos
quedamos con el tesoro canino en forma de un podenco que combina de la mejor
manera la rusticidad un perro autosuficiente con la esbeltez y la majestuosidad
de una raza que queda muy lejos de lo que Howell escribió a mediados del siglo
XIX cuando afirmó que los podencos contaban con un «el aspecto repugnante, el
pelaje áspero y un color rojo sucio, con las orejas erguidas. Cuando se hallan
en el interior de sus domicilios estos perros salvajes se muestran desconfiados
y recelosos, sobre todo con los extranjeros». Orígenes
La principal cuestión sobre los comienzos de la raza radica en la procedencia de los antepasados del actual Podenco Canario. No se ha podido establecer si procedían de África, si llegaron junto a los primeros pobladores de la isla, tras la conquista española, si acompañaban a los muchos navíos que hacían escala en los puertos de las islas…
Mucho antes de esto, en las Canarias prehispánicas ya se enterraba a los aborígenes de la isla junto a sus perros, como se hacía en las tumbas faraónicas, incluso con similares técnicas de momificación, con las mortajas y las tradiciones de enterrar al difunto con sus posesiones más preciadas, entre ellas, sus cerdos, sus cabras y sus perros de caza.
En este sentido, encontramos un interesante estudio publicado a mediados del siglo pasado por el Museo Canario, en el que se llega a la siguiente conclusión: «Los animales domésticos de los antiguos pobladores de las Islas Canarias eran, en primer lugar, un perro primitivo de tamaño medio que recuerda al dingo de Australia». Ese perro primitivo podría haber sido descendiente del lebrel egipcio, el tesem. Estos perros eran representados en los bajorrelieves como perros longilíneos, delgados, de orejas tiesas y cola enrollada, como así encontramos en la referenciada tumba de Hemaka, de la primera dinastía, datada sobre el 3.400 aC, en la que se dibujaron escenas de cacerías de antílopes con perros de estas características morfológicas.
Este tipo de lebrel se extendió por muchas partes del mundo gracias a las vías comerciales, pero también sufrió el avance de los lebreles orientales de orejas caídas, más rápidos y efectivos para la caza sin armas, caso del Saluki o el Sloughi. Por este motivo, se justifica que sus poblaciones más representativas acabaran en la zona occidental africana y mediterránea.
Estos perros encontraron en Canarias un clima suave y soleado y mucho alimento proveniente de los conejos y de otras pequeñas presas. De ahí que se escribiese en diferentes ocasiones sobre estos perros como animales salvajes que no precisaban la manutención humana para sobrevivir.
Otra cosa es el suelo donde deben desempeñar su trabajo: la caza. Se trata de un piso accidentado, muchas veces intransitable debido a los desniveles, las rocas que lo cubren dispuestas caóticamente, cortantes y que alcanzan unas temperaturas muy elevadas por la incidencia del sol. Esto complica mucho más la labor de descubrir, levantar, seguir y alcanzar a los esquivos conejos insulares.
Una de las grandes bazas de la raza es la gran adaptación al entorno y a las exigencias de la caza en él. Esto es debido a una conformación morfológica que la selección natural ha ido moldeando a lo largo del tiempo, hablamos de muchos siglos de historia, lo que no podía depararle otro lugar en la clasificación FCI que la sección 7 de perros primitivos dentro del grupo 5.
A simple vista, nos encontramos ante un perro de talla media, levemente longilíneo, ligero, con un esqueleto fuerte y que se deja ver con claridad en zonas como la parrilla costal, la columna vertebral o los huesos de la cadera. Lo mismo sucede con la musculatura, grande, desarrollada, potente, que permite observar las contracciones resultantes de cualquier movimiento en prácticamente todas las zonas del cuerpo del perro.
Su altura a la cruz alcanza entre 55 y 64 centímetros en los machos, y oscila entre 53 y 60 en el caso de las hembras, aunque las medidas pueden variar en dos centímetros por encima o por debajo de las tallas máxima y mínima cuando la correcta tipicidad del ejemplar lo permita.
El manto que cubre su cuerpo está compuesto por pelo liso, corto y apretado, generalmente de color rojo y blanco, donde este rojo puede ser más o menos intenso, abarcando el espectro cromático desde el tono naranja hasta el rojo oscuro (caoba). Todas las combinaciones de estos colores están permitidas por el estándar oficial de la raza.
Cabeza inconfundible
Las líneas que dibujan el perfil de la cabeza del Podenco Canario son paralelas entre sí en las zonas craneal y facial. Esta cabeza es alargada, formando una especie de cono truncado, y guarda una correcta proporción con respecto al cuerpo. Supera ligeramente los 20 centímetros, con una proporción muy adecuada con respecto al resto del cuerpo. El hueso occipital es prominente, pero no el stop. Su hocico es ancho, pero aún más largo, termina en forma roma, con una trufa ancha, de color arena y con las fosas nasales muy abiertas. Los ojos son pequeños, almendrados y colocados en posición oblicua. Esto le permite alcanzar un amplio ángulo de visión, lo que le sirve para optimizar su forma de cazar, muy basada en la vista, además de servirle para no sufrir molesta intensidad de la luz solar, muy fuerte en Canarias. Su color suele ser el ámbar, dependiendo la intensidad del color de la capa, así será más o menos oscuro. La mirada de este perro denota nobleza e inteligencia.
Las orejas son grandes anchas en la base y puntiagudas en el extremo, las lleva erguidas y ligeramente divergentes. En reposo, las deja caer ligeramente hacia atrás. La gran movilidad con que cuentan sus orejas se convierte en una gran baza durante la búsqueda del conejo, pues le permite localizar cualquier sonido y su procedencia, por muy leve que éste sea.
Su cuello es recto y largo, flexible y redondeado, con la longitud y la forma ideales para llevarlo rápida y fácilmente hasta el suelo para agarrar al conejo durante la carrera. Conecta con una espalda fuerte y musculosa, que da paso a un lomo alargado, una grupa sólida que concluye en una cola de inserción baja, redondeada y que alcanza más allá del corvejón. Cuando la lleva caída, la forma que describe es de hoz, nunca llega a enroscarse.
Su pecho es amplio sin llegar a la altura del codo, y el vientre se recoge, pero no llega al extremo del vientre de lebrel. Los flancos quedan bien visibles.
Las extremidades delanteras o anteriores se levantan perfectamente aplomadas, con forma recta, verticales y paralelos entre sí. Son ligeros, aunque cuentan con huesos sólidos y con unas angulaciones ideales en perros que cazan en base a la velocidad y a los cambios bruscos de dirección. Los pies son redondeados, de gato, y algo desviados hacia afuera.
Las patas traseras cuentan con las mismas propiedades que convierten al Podenco Canario en un gran perro de caza. Son aplomadas, rectas, fuertes y musculosas. Todo esto le permite mantener un trote ágil, largo y ligero, pero cuando persigue a la presa, puede desarrollar una velocidad muy alta.